Thomas Szasz fue un psiquiatra y académico húngaro-norteamericano, nacido en 1920, que falleció en 2012. Durante toda su vida, fue conocido fundamentalmente por sus fervientes críticas (radicales en muchas ocasiones) a la psiquiatría tradicional y por extensión, un amante defensor de la libertad individual, frente a la intervención de los estados en temas de salud mental. Dicha injerencia, desde organizaciones políticas y desde el propio estado, se está volviendo a ver, después del COVID, en muchos de los países europeos.
Szasz afirmaba (…) La noción de enfermedad mental se emplea hoy en día sobre todo para confundir y <<justificar hábilmente>> los problemas existentes en las relaciones personales y sociales, tal como la noción de brujería fue utilizada con el mismo fin desde comienzos de la Edad Media hasta bastante después del Renacimiento.
Los neófitos, podríamos entender que Szasz, como psiquiatra podía afirmar categóricamente que muchos de sus colegas se acercaban mucho más a inquisidores que a verdaderos galenos interesados en salvaguardar la salud humana.
Sus principales ideas, con las cuales quiso aportar un punto de vista diferente fueron siempre tenidas en cuenta por otros colegas en las distintas épocas de su vida.

Szasz, criticaba el concepto de «enfermedad mental» y sostenía que las llamadas enfermedades mentales no eran enfermedades reales en el más estricto sentido médico, dado que no podían demostrarse lesiones o disfunciones biológicas concretas. Para este psiquiatra, dichas enfermedades, eran más bien problemas de la vida, conflictos personales o sociales y nada más, que a veces se expresaban mediante conductas presuntamente consideradas desviadas por sesudos cónclaves de psiquiatras o intereses de la Gran Industria.
En 1961, publica The Myth of Mental Illess (El Mito de la Enfermedad Mental), donde argumentaba, hace de ellos más de 60 años que la psiquiatría usaba la noción de enfermedad mental para controlar conductas socialmente indeseables (buscar en internet psiquiatría y nazismo, psiquiatría y comunismo, o psiquiatría y fascismo, entre otras), para justificar así la coerción de las personas, tales como el internamiento involuntario o el tratamiento forzoso. Algo que la literatura y el cine han retratado a lo largo de los años de una manera espectacular.
Por supuesto, a lo largo de su carrera THOMAS SZASZ ha criticado y rechazado de manera permanente el uso del poder psiquiátrico para internar o medicar a personas sin su consentimiento, algo que en la actualidad se sigue haciendo en diferentes partes del mundo, siendo eso una clara violación de los derechos humanos más elementales. Szasz, defendía que las personas, todas las personas, incluyendo a aquellas cuyo diagnóstico psiquiátrico pudiera ser considerado grave, debían ser tratadas como personas moral y éticamente responsables de sus actos, no como enfermos desprovistos de voluntad.
Por supuesto, su percepción de la psiquiatría tuvo dos vertientes diferenciadas entre sí. Por un lado, su pensamiento influyó en el movimiento anti psiquiátrico de los años 60 y 70 (junto a figuras como R.D.Laing o Michel Foucault), aunque el propio Szasz siempre afirmó que no se sentía identificado con dicho movimiento. Por otro lado, su figura nunca estuvo exenta de polémica y de críticas por minimizar el sufrimiento y las bases biológicas de los trastornos mentales. Una percepción que hacia el final de su vida modificó, debido a los adelantos neurológicos que confirmaban permanentemente, sin darle alas a la psiquiatría, que muchos comportamientos humanos, no eran sino producidas por carencias biológicas de nuestro organismo.
Ej: una persona incapaz de segregar SEROTONINA, es muy probable que genere un comportamiento suicida o tendente al mismo; algo fácil de solucionar tomando algún compuesto químico que contenga la dosis diaria de dicha sustancia. Si a dicha persona no se la diagnóstica en tiempo y forma, muy probablemente acabe cometiendo «una locura». ¿A quién culparíamos de su acto?
Según el ejemplo anterior, siempre que se habla de un suicidio en la vida ordinaria, echo en falta la posibilidad de poder analizar la medicación, en la mayoría de las ocasiones ansiolíticos o antidepresivos, que en algunas ocasiones ya publique que en sus propias contraindicaciones, dicho medicamento puede incidir sobre ideas suicidas. Dejando eso sí, bien claro que los medicamentos no matan, salvo en las ocasiones en las cuales se hace mal uso de ellos.
La aportación de Thomas Szasz, a lo largo de su vida fue prolija y variada, ahondando siempre en los derechos de los pacientes y en los deberes éticos de los psiquiatras. Luego llegó el COVID y se volvió a imponer la idea de que el estado y los médicos, ya sean psiquiatras o no, pueden conculcar nuestros derechos por un bien mayor. Todo el trabajo de Szasz y otros como él, sufrió un enorme retroceso del que muy probablemente no nos recuperemos nunca.



