Aitor García tenía 23 años, cuando falleció en enero de 2018. Vivía en Navalcarnero, en casa de sus padres, como tantos otros jóvenes que no acaban de poder emanciparse en esta España que les toca vivir. Siempre fue descrito como un buen deportista, sano, ingeniero de automoción, que a decir de quienes le conocían bien, ni bebía ni fumaba. Pero el 14 de enero de 2018, falleció de una embolia pulmonar, al parecer provocada por un tromboembolismo pulmonar, que finalmente acabó produciéndole la muerte.
Aquel 14 de enero de 2018, a las 11:56 horas de la mañana, su familia, en concreto la madre de Aitor llamó al 112, número del servicio de emergencias de la Comunidad de Madrid – SUMMA afirmando de manera vehemente que su hijo se estaba ahogando. En ese primer momento, Juan Antonio Martín, el médico que atendió la llamada, pidió, no dando por buenas las palabras de la madre, hablar con el joven, quien respondió, no sin todas las dificultades del mundo, debido a lo que le estaba ocurriendo no puedo, me ahogo. El facultativo, lejos de mostrar un mínimo de empatía, le espetó al pobre Aitor pues respira perfectamente, eh¡ y colgó.
Posteriormente, en una segunda llamada a las 12:04 minutos del mediodía, cuando Aitor ya no respiraba de una manera normal, se inició, de una manera telefónica el protocolo de reanimación, indicándoles a los padres lo que deberían hacer, mientras de enviaba la ambulancia. Esta ambulancia UVI médica, llegó a las 12:27, cuando Aitor llevaba ya varios minutos sin respiración.
Aitor, sufrió antes de llegar al Hospital Rey Juan Carlos, dos paradas cardio respiratorias. Tras su ingreso por urgencias, fue intubado, falleciendo cinco días después.
La familia, en concreto sus padres, denunciaron, en especial al médico Juan Antonio Martín, y al SUMMA por no haber atendido bien a su hijo desde un primer momento, al no haber considerado como caso grave la llamada y no haber activado el envío de la UVI medicalizada desde un primer momento, además de haber recibido un trato degradante en inhumano por parte del facultativo en la primera llamada.
La administración sanitaria, como hace siempre en estos casos, les ha ido dando la callada por respuesta, incluso llegaron a ofrecer a la familia 10.000€ de indemnización si se olvidaban del incidente y dejaban pasar el tema.
Hoy, hace apenas unos días, pasados 7 años y algo más desde los hechos, un juzgado de Madrid ha dictado una sentencia donde al médico Juan Antonio Martín se le condena a dos años de cárcel, a cuatro años de inhabilitación y al pago de una indemnización. Haciendo un análisis de dicha sentencia, se ve claramente que para la justicia la vida humana no acaba de tener el mismo sesgo si es arrebatada por un delincuente común o lo es por un médico. Quien ni tan siquiera ha tenido palabras de disculpa para con la familia.
A Carmen y su marido, padres de Aitor, a lo largo de los años, se les han ido poniendo cortapisas, hasta que acabaron consiguiendo la grabación de dicha llamada. El servicio del 112 ha estado dando largas, hasta que al final se pudo conseguir la grabación (siete años pidiendo justicia), donde quedó demostrado con total claridad lo que afirmaba la familia.
Dicha llamada podrá ser escuchada en su integridad en el enlace de la televisión Antena 3 (España) que se publica en bibliografía.
La negligencia médica es una cuestión sombría que se oculta permanentemente a la opinión pública. A los médicos se les da poder sobre la vida y la muerte. Muchos de ellos (no todos, como en cualquier sociedad) están sujetos a las veleidades del mundo, se drogan, fuman, beben, tienen depresiones, y un largo etcétera que no les hace inmunes a los fallos que cometen. El único problema es que sus errores ocasionan muertes. El caso de Aitor es buena prueba.
Si usted conoce algún caso de negligencia médica o psiquiátrica no dude en ponerse en contacto conmigo en noticiasypalabras@gmail.com
Bibliografía:
Dos años de cárcel para el médico del 112 que no asistió a Aitor mientras se ahogaba: «No escucho que te ahogues»
