
Dicen que las comparaciones son odiosas, pero cuando se trata de la salud y de la felicidad de la gente, debemos admitir que cualquier conjetura o exposición razonada sobre un tema, debe ser tenida en cuenta.
En 2019, los políticos, los médicos y las organizaciones sanitarias mundiales nos vendieron una PANDEMIA que nunca ha tenido visos de ser real. Ya se había intentado unos años antes con la afamada Gripe A, que todavía colea en el imaginario sanitario de muchos países.
Una pandemia, es una epidemia, una enfermedad infecciosa que se propaga entre la población del mundo traspasando fronteras y generando una cantidad de fallecimientos tan notable que puede llegar a hacer peligrar a la especie humana en un amplio sector del planeta.
En 2019, se desató a nivel mundial una «presunta pandemia» sobre la cual se ha corrido un tupido velo, condenando a todos aquellos que en ocasiones se rebelaron contra la misma, aduciendo que era una farsa bien orquestada, dicha «presunta enfermedad» se denominó Covid-19.
Durante dos largos años y coleando todavía entre los «traga vacunas», unos años después, se nos sigue persiguiendo para ponernos vacunas de recuerdo, como si las libertades restringidas, que convirtieron a todos los gobiernos en totalitarios, no nos hubieran hecho daño suficiente.
No es el presente artículo, ya habrá otros, una crítica feroz sobre la falta de ética de todos aquellos que se lanzaron a deborar las arcas de los diferentes estados, subiendo el costo a espuertas de cuantos productos sanitarios al parecer fueron lo suficientemente necesarios como para salvarnos la vida.
No, tan sólo nos vamos a detener en algunas cifras reales, de fácil comprovación. Dichas cifras, han sido extraidas de un intereante proyecto realizado por la Editorial Larousse titulado: Atlas de los países en busca de la felicidad. Dicho proyecto ha sido prologado por Joan Tort, director del Departamento de Geografía de la Universidad de Barcelona y ha contado, en cada uno de los campos de investigación, con expertos en dichos temas. Así que, animo a las grandes farmacéuticas, a los políticos corruptos o a quienes no vean con buenos ojos las estafas legales que hicieron en aquellos países que se podían permitir pagar facturas abusivas por dicho material, en muchas ocasiones inservibles, y en otras tantas innecesarios, a que pongan en tela de juicio las cifras.
Comencemos el viaje.

De 1340 a 1352, se produjo una pandemia conocida como la Peste Negra, donde se contabilizaron en aquellas franjas geográficas donde se extendió, para nada mundial, de 150 millones de personas. Se imaginan. Transcurridos casi 700 años, todavía se recuerda y se escriben libros sobre dicho tema. Los muertos, se hacinaban en la calle, se quemaban y durante muchos años después siempre se temieron los brotes.
Otra de las pandemias tan conocida, como popular, se denominó la Gripe Española. Esta, ni tan siquiera fue mundial, y ni mucho menos «española», pero acabó entre 1918 y 1919, tan solo un año, con 75 millones de fallecidos.
Y por último, el Covid-19, tratándose de una pandemia mundial, de 2019 a junio de 2021, tan solo contó con 3,8 millones de fallecidos, siendo esta cifra tan dudosa, como falsa. Dado que los hospitales se dedicaron a poner la etiqueta de COVID a todo fallecido entre esas fechas. De hecho, en esos años, los fallecidos por Gripe, en general, cayeron a 0.
Los datos por porcentajes no dejan ninguna duda: la Peste Negra mató al 35% de la población de Europa, Asia y el norte de África. La Gripe Española se llevó por delante al 4% de la población mundial. Y el Covid-19 a tan solo un 0,05% de la población mundial. Aunque ya demostraremos en un próximo artículo, que dichas cifras de mortandad podrían resultar total y absolutamente falsas.
Se atribuye a los avances médicos que la población no sufriera más y resultará ser una pandemia benigna. Sin embargo, nunca se han dado las cifras de las muertes de muchos países africanos, donde al parecer el COVID-19, no pareció actuar con ninguna virulencia , y donde los servicios sanitarios brillan por su ausencia.
Sin embargo, la pandemia resultó ser realmente catastrófica para la economía de muchos países, sobre todo «presuntamente civilizados». En España, el producto interior bruto (a partir de ahora PIB) cayó en el 2 trimestre de 2020 un -22,1% (algo de lo cual cinco años después no se ha recuperado). El Reino Unido cayó un -21,7%. Francia un -19%; México un 19%; Italia un -17,3%; Malasia un -17,1%; Singapur un -13,2%; Alemania un -11,7%; Japón un -10,0%; Estados Unidos un -9,5%; Corea del Sur un -3,0% y China (presumiblemente de donde surgió la pandemia) subió su PIB en un +3,2%.
Sin duda, llama la atención el dato de España, que con un gobierno (en la actualidad) plagado de corrupción, no parece interesado en incrementar, a nivel económico los datos con el fin de que la ciudadanía se sienta más feliz. En muchos países europeos, es como si el COVID-19 hubiera servido par amentir a la población y decirle que las libertades pueden ser conculcadas en función de una sana estrategia que ponga bajo el control político y sanitario a quienes hemos luchado por ser sociedades democráticas y libres.
Tengo la certeza de que con el COVID-19 las sociedades modernas (no todas) le compraron una cabra a la OMS (Organización Mundial de Salud), que de vez en cuando nos hace llegar nuevas noticias sobre presuntas pandemias que sin duda las grandes farmacéuticas, los médicos y los políticos de turno, estarán encantados en comprar para poder seguir haciendo negocios, corruptos unos y faltos de ética otros.
Por cierto, frente a las frases: ¡la economía va como un trueno, vamos bien!, porque no hablamos de esos porcentajes de inflación y de ese endeudamiento brutal al que se han dado determinados países.