PITAGORAS Y SU ODIO A LAS HABAS

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Pitagoria bust

Todos conocemos a Pitágoras porque en el colegio nos produjo enormes dolores de cabeza con su Teorema de la Hipotenusa. Sí, aquello de “en todo triángulo rectángulo, la suma de los cuadrados de los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa”. Y desde entonces, tenemos a este ilustre matemático griego entre nuestros ídolos. Pitágoras vivió entre la ciencia y las creencias en su época.

Pero, además de ser un gran matemático en su tiempo, también hay que reconocer que fue algo excéntrico. Creó una escuela llamada “Escuela Pitagórica”, a la que algunos tacharon de secta, donde se mezclaban las ideas científicas, religiosas y esotéricas, que se basaba en varios principios, entre los que caben destacar los siguientes:

  • El cuerpo es la tumba del alma.
    • El cuerpo necesitaba una continua purificación.
    • Los números son la materia de la que está hecho el mundo
    • Las mujeres tienen relevancia y son iguales a los hombres en dignidad y derechos.
      • Las habas son el mal y se les calificaba como una maldición del universo.

Los discípulos de Pitágoras se reunían para estudiar y discutir sobre materias matemáticas; de hecho, de esa escuela salieron varios matemáticos muy importantes, entre los que se encontraban varias mujeres. Pero también se hablaba de reencarnación y del mal que hacían las habas al mundo y a los hombres.

Pitágoras prometió a sus seguidores que iría al Hades (el inframundo, según los griegos) y que volvería para contarles qué había sucedido en su ausencia, demostrando así que se podía ir y volver con el alma a tocar las fauces del infierno y volver a la tierra.

Lo que hizo fue encerrarse en el sótano de casa de su madre durante varios días sin tomar alimento alguno, y cuando volvió, el pobre estaba totalmente demacrado. Habló con su madre para que le contara qué había sucedido en su ausencia del mundo real y así reveló que conocía lo que habían hecho sus discípulos. Algo inaudito, pero que caló de lleno en sus seguidores, quienes le creyeron a pies juntillas.

El hecho de introducir las habas como algo a tener en cuenta y que está relacionado con el mal, hizo creer que estaban conectadas a Hades, el dios griego de los muertos y el inframundo. Las manchas negras de sus flores y los tallos huecos de las plantas servían como escaleras para las almas humanas y estaban asociadas con la reencarnación, puesto que eran las primeras en salir en primavera, y, por tanto, se las consideraba como la primera ofrenda de los muertos a los vivos. Ya decía Orfeo, que también les tenía una manía inmensa, que era como comerte la cabeza de tu padre.     

La idea más extendida era que los muertos enterrados liberaran sus almas bajo tierra en forma de gas que era absorbido por las almas a medida que crecían. Si comías habas, estarías digiriendo esas almas en forma de viento.

Plinio  proclamó que: “El haba se emplea en el culto a los muertos porque contiene las almas de los difuntos”.

Pitágoras incluso las asemejó por su forma a los órganos genitales de las mujeres y, aunque tenía mucho respeto por el género femenino, aquello le daba un poco de repelús.

Sabemos que las habas eran utilizadas en la antigua Grecia para votar: las blancas representaban «sí», y las negras, «no»; así que algunos creyeron que el mensaje de Pitágoras era decirles que no se metieran en política, porque eso era algo totalmente opuesto a ser un buen filósofo.

Como el matemático no quería ni ver las habas, las prohibió para él y toda la gente que le seguía. De hecho, al filósofo se le atribuyó el don de entender la lengua de los animales, y aquello lo empleó para convencer a un buey de que no comiera habas.

Las habas son un alimento saludable y cargado de buenas propiedades, aunque también su ingesta puede estar desaconsejada o muy limitada en casos muy concretos:

Las personas que padecen favismo: enfermedad de origen genético que implica la deficiencia de la enzima glucosa 6-fosfato deshidrogenasa (G6PD), deben evitar tomarlas, ya que su ingesta podría agravar los síntomas característicos de esta patología, entre ellos, la disminución de glóbulos rojos y, en consecuencia, la anemia.

Las habas, como otras legumbres, pueden resultar algo indigestas, sobre todo para personas que padecen problemas gastrointestinales. Comer habas crudas o habas hervidas en grandes cantidades, podría provocar molestias más o menos severas, desde gases y flatulencias, hasta diarrea o dolor abdominal.

El consumo de esta legumbre es relativamente moderno, puesto que ya en el antiguo Egipto, donde el plato nacional es el “medame” (habas enterradas), en la época de los faraones se las consideraba impuras y solamente las comían los esclavos. Los sacerdotes egipcios ni siquiera se atrevían a mirarlas.

Los primeros informes modernos de esta enfermedad se remontan a la década de 1840, pero llevó algunas décadas establecer que existía un vínculo entre la Vicia faba y la anemia hemolítica. El favismo se encuentra en todo el mundo, pero es más frecuente en el Mediterráneo.

Dado que esta sustancia está presente en las habas, la exposición a las habas o incluso su polen puede desencadenar fiebres, ictericia, anemia hemolítica y la muerte.

Los científicos notaron una correlación entre el consumo de esa legumbre y la prevalencia de la malaria. Descubrieron que las habas contenían compuestos químicos similares a los medicamentos a base de quinina que se usan para tratar la malaria. Así que comiendo habas, creaban un ambiente hostil dentro del cuerpo para la malaria.

Pero, volviendo a Pitágoras, se cuenta sobre él que, siendo perseguido por sus enemigos, no tenía otra salida que cruzar un campo plantado de habas para salvar su vida, pero ante esta decisión Pitágoras prefirió ser capturado y ajusticiado que meterse en semejante lugar repugnante, epítome del mal, proclamando aquello de “por ahí no paso”.