En Irán, en la actualidad, existirían más de 14.000 reos en las cárceles del Régimen de los Ayatolas. Todos ellos, aguardan a ser ahorcados. El pasado año 31 mujeres fueron ajusticiadas sin aviso previo, sin ayuda legal, sin un juicio justo, y sin esperanza de ser salvadas o redimidas.
A la gran mayoría las golpean brutalmente, las torturas o las violan para que acepten el delito que el Régimen considera que deben confesar. Se las cuelga de una soga, colgada de una grúa, sin previo aviso, sin avisar a la familia y sin asistencia legal.
Una de esas mujeres es Pakhshan Azizi, de la que no sabremos cuando será ajusticiada, ni si lo ha sido ya. El pasado dos de marzo todavía estaba viva según algunas ONGs que intentan, sin demasiado éxito, trabajar contra la violación permanente de los derechos humanos en este país. Pero desde ese día ya han pasado más de 10 y algún martes. A los Ayatolas, al parecer les agrada ajusticiar los martes. Incluso se habla de jornadas maratonianas donde se habrían llegado a colgar a más de 100 presos.
Quizá, Pakhshan tenga a su favor que pertenece a esa gran minoría kurda que habita en lo que se conoce como Kurdistán iraní. Hace unas semanas parte de ese territorio se declaro en huelga, esperando que su levantamiento surtiera efecto, pero una vez más, como siempre, el esfuerzo de la gente fue ignorado y muchos de los manifestantes detenidos. El pueblo kurdo es sistemáticamente reprimido por el gobierno de Teherán, siendo sus ciudadanos el grupo más numeroso de presos en las cárceles de aquel país condenados a la pena capital. Aunque quien sabe.
Esta joven desarrollaba su actividad, como tantas otras, en el Kurdistán sirio, país que está en pleno conflicto interno, con más de 400 muertos, asesinados violentamente la gran mayoría, en los últimos días. Procuraba ayuda humanitaria a mujeres y niños que, huyendo del ISIS, se refugiaban donde podían. Cada una de aquellas víctimas, encontraban en su ayuda y en la de tantos otros cooperantes, consuelo y estímulo para poder seguir viviendo hasta el día siguiente. Pero un día, le detectaron un tumor uterino y tuvo que ser operada en la zona.
Poco tiempo después, y siendo necesario que recibiese ciertos cuidados, regreso a la zona del Kurdistán iraní, donde residía su familia, para que ésta la ayudase. Pasaron sólo pocos días antes de que el Ministerio de Inteligencia en Teherán decretase la detención de varios miembros de la familia: su padre, su hermana mayor, su cuñado y su sobrina, amén de la propia Pakhshan Azizi. Si bien, unos cuantos días después de permanecer en prisión preventiva, todos ellos menos ella, fueron puestos en libertad. Y ahí comenzó el calvario.
Pakhshan Azizi desapareció en el sistema carcelario de Irán. Sin derechos, fue sometida a la represión más brutal. Según las pocas noticias que su familia ha llegado a tener, había sido brutalmente torturada, sometida a ahogamientos (ahorcamientos) mientras le gritaban que fuera familiarizándose con la forma de morir que iba a tener. En su caso se da la paradoja de que el juez que instruía su caso, en esa pantomima de justicia que impera en Irán, determinó que no existían pruebas para mantenerla en la cárcel, pero el todopoderoso Ministerio de Inteligencia se opuso y por lo tanto ha seguido en la cárcel.
Amnistía Internacional en el apartado dedicado a Pakhshan comenta que fue condenada a muerte en julio de 2024 por la Sección Nueve del Tribunal Supremo. En enero de este mismo año, 2025, el Tribunal Supremo ha ratificado dicha sentencia, por lo que su ajusticiamiento será inminente. De ahí la imperiosa necesidad de que las autoridades europeas o americanas, quienes parecen estar más sensibilizadas con el tratamiento de los derechos humanos, deberías ponerse en contacto con las embajadas iraníes de sus respectivos países con el fin de evitar el asesinato de estado de esta joven kurda y de otras cooperantes en su misma situación que, desafortunadamente la acompañen en ese martes negro donde los ayatolas, parecen tener claro que se debe asesinar con total impunidad.
Los derechos humanos no viven en Irán, una sociedad demolida espiritualmente por ideas retrógradas y antiguas, donde los derechos de las mujeres están al arbitrio de unos líderes poco propensos a permitirles el más mínimo asomo de libertad social o religiosa.