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viernes, octubre 24, 2025
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¿Pueden los medicamentos psiquiátricos inducir al suicidio?

Esta pregunta, debe ser contestada con mucha moderación y certeza. En primer lugar llego a ella debido a la gran cantidad de medicamentos psiquiátricos que introducen la palabra SUICIDIO en sus contraindicaciones negativas. Y es por ello que nunca está de más ahondar en dicho asunto, máxime si tenemos en cuenta la ingesta de dichos productos por parte de la sociedad desinformada, y en muchas ocasiones poco interesada en saber los riesgos que corre.

La respuesta más directa e inmediata podría ser SÍ. Varios medicamentos psiquiatricos podrían, en diversos casos, aumentar el riesgo de tener pensamientos o conductas suicidas. Sobre todo, al inicio de determinados tratamientos y en los cambios de dosis. En muchas ocasiones, al ser prescritos determinadas pastillas por médicos de cabecera, no existe un verdadero análisis del tema, y aunque se habla siempre de un seguimiento, la verdad es que en multitud de personas esto no es así. ¿Los psiquiatras lo harían mejor? Lo dudo.

Ahora bien, en honor a la verdad, lo anterior no significa que los medicamentos, es decir su ingesta, sean la causa de un suicidio de manera directa. Sin embargo, sí que influyen en determinados factores que aumenten temporalmente el riesgo. Algo a lo cual no se le dedica la suficiente atención.

Los antidepresivos, inhibidores selectivos de la recaptacíon de la serotonina – ISRS, tales como la fluoxetina, sertralina, la paroxetina y otros antidepresivos modernos, pueden, sin duda alguna, provocar algunos síntomas que habría que vigilar con cierta urgencia, en las primeras semanas: mayor ansiedad o agitación, insomnio, incremento de energía, y todo ello antes de percibir una presunta mejora de la depresión. En definitiva, uno se puede encontrar con la necesidad de desarrollar una actividad, pero con muy poca energía para hacerla, lo cual generaría una sensación de frustración e impotencia que no acabaría de ayudar en la búsqueda de determinadas soluciones. Por ello, diversas asociaciones, como la FDA y la EMA, agencias especializadas en la regulación de medicamentos, llevan advirtiendo desde hace ya varios años que existe un riesgo de aumento de pensamientos suicidas en adolescentes y jóvenes (hasta unos 25 años), sobre todo en lo que incidíamos antes, al inicio del tratamiento.

Otros medicamentos que también tienen una serie de contraindicaciones negativas, son los estabilizadores del ánimo y antipsicóticos. Algunos de ellos pueden generar efectos secundarios severos o malestar psicológico, tales como ansiedad, inquietud extrema o acatisia. Esta última (acatisia), es un síndrome caracterizado por una sensación de inquietud y una incapacidad para estarse quieto. Dicho efecto secundario puede provocar, al margen del efecto físico, también un efecto mental que necesitará tratamiento. Es la pescadilla que se muerde la cola. Usted va al médico, le facilita un medicamento para una “presunta” enfermedad A, que le provoca una “presunta” enfermedad B, para la cual deberá recibir otro tipo de medicamento, por lo tanto si no sigue con atención el tratamiento, los medicamentos pueden llegar a ser una forma de desestabilizarle de manera permanente y de por vida, sin contar el pozo al que podrían caer. Además, cuando ya se llega a ese estado, usted consta en su diario médico como ENFERMO MENTAL, y por lo tanto ya no será su criterio tenido en cuenta: qué vas a saber tú, si eres un enfermo mental.

Todos los expertos consultados coinciden en dejar bien claro que el diagnóstico de base (el primero) tiene que ser extremadamente preciso, para que se pueda establecer la dosis y el tipo de medicación. Con posterioridad y teniendo en cuenta el peligro que puede llegar a producirse en las primera semana, es vital establecer una supervisión médica permanente y urgente; esto último, si tenemos en cuenta la saturación de los servicios médicos, lo único que genera son problemas y más problemas que afectan tan solo a los pacientes, quienes a partir de ese momento, y debido a ello, pueden caer en un descrédito social “es un enfermo mental”, que afectará a su estado emocional e incluso a la creación de ideas delirantes o suicidas.

Dicho lo anterior, reivindico el derecho a que nadie sea llamado nunca enfermo mental y a no darle el poder a médicos y psiquiatras, para que con la excusa de dicha etiqueta puedan medicar a la gente como consideren.   

Gabriel Carrión López
Gabriel Carrión López
Gabriel Carrión López: Jumilla, Murcia, 1962. Escritor, guionista y realizador. Ha trabajado como periodista de investigación desde 1985 en prensa, radio y televisión. Ha publicado dos libros sobre la banda terrorista ETA. Colabora con medios de prensa libre y es conferenciante sobre temas diversos.

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