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viernes, octubre 24, 2025
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La Salud mental como negocio

La relación entre la salud mental, el negocio y la industria farmacéutica, aunque es un tema complejo, está intrínsecamente relacionado. Hoy día, muchos aspectos de nuestra vida se están viendo “satanizados” debido a que la industria farmacéutica está buscando clientes hasta debajo de las piedras.

Existen libros, documentales, serie de plataformas y un largo etc., que nos abran los ojos sobre dicho tema. Pero quizá no estaría de más que tuviéramos claros algunos de los ejemplos de cómo las farmacéuticas ha influido de manera directa en la salud mental de los ciudadanos, y ayudada por los medios de comunicación en general, ha cambiado la percepción de los mismos sobre dicho tema.

Entre los años 80 y 90, con la introducción de los medicamentos ISRS (como el Prozac/fluoxetina) se impulsaron campañas que presentaban la depresión como un desequilibrio químico. Dicho modelo, aunque simplificado y científicamente discutido, fue eficaz, sobre todo en sociedades como la Americana y la europea, donde se compró la idea por parte de los ciudadanos de que era una enfermedad biológica y tratable con medicación. Aquella estrategia comercial dio como resultado un gran aumento de diagnósticos y de consumo de antidepresivos.

Otro de los conceptos a recordar, fue sin duda el auge del mercado de las benzodiacepinas (Valium, Xanax, etc.), y sobre cómo creció con el impulso de la idea de que el estrés cotidiano (una cierta ansiedad), debía tratarse con fármacos. En EE.UU. y Europa, durante décadas se prescribieron masivamente, a veces por un malestar leve, dichos ansiolíticos, lo que fue generando un problema de drogodependencia, que ha llegado hasta nuestros días con más fuerza que nunca.

De hecho, hoy día basta con ir al médico y decir que tenemos ansiedad o depresión, para que se nos dé la baja laboral y nos podamos permitir el lujo de no ir a trabajar.

Otro de los elementos digno de un estudio serio, que genera gran controversia, aunque va ganando adeptos, es el conocido como TDAH, Trastorno por déficit de atención con hiperactividad. En EE.UU., el diagnóstico de TDAH se expandió rápidamente a partir de los años 90, acompañado del crecimiento del mercado de los estimulantes (Ritalin, Adderal, etc.). Muchos críticos señalan que hubo campañas educativas y de marketing dirigidas a médicos y padres, lo que amplió la categoría diagnóstica y disparo las prescripciones. Y aunque hoy sigue el debate sobre el sobre diagnóstico y sobre el propio tratamiento farmacológico, éste se prioriza por encima de otras estrategias educativas o terapéuticas.

Hasta mediados de la década de los años 90, el TDAH, según palabras del presidente del equipo de trabajo del DSM IV (la presunta biblia de los médicos y psiquiatras en todo el mundo), en su libro ¿Somos todos enfermos mentales?, escribía lo siguiente:

…en la década de 1990, el TDAH había ocupado un diminuto y adormilado rincón de la enorme y activa industria farmacéutica, sin apenas valor. Los fármacos estimulantes empleados para tratar el TDAH estaban libres de patente desde hacía décadas y se podían comprar las versiones genéricas por unos pocos peniques la pastilla.

Pero poco después, cuando se publicó el DSM IV, se dio el disparo de salida para que aparecieran en el mercado nuevos y caros medicamentos para tratar dicha dolencia. La gran industria farmacéutica vio un fuerte nicho de mercado, al cual le ha ido sacando todo el rédito posible a lo largo de los últimos años.

A raíz de lo anterior, en los 2000 comenzó a promoverse, sobre todo en EE.UU. y luego en el resto del mundo, que pudiera pagar dicho tratamiento, el trastorno bipolar infantil, o lo que es lo mismo, el trastorno del ánimo en la infancia y la adolescencia. Hoy se ha ido denunciando que algunos psiquiatras financiados por farmacéuticas defendían ampliar el diagnóstico a los niños, lo que abrió un enorme mercado para los antipsicóticos atípicos en menores, algo que por desgracia parece estar bastante extendido en la actualidad.  

Y así, podríamos seguir aportando ejemplos de este asalto a la normalidad de las personas, que desde los años 90 se ha visto asediada por grandes campañas de marketing que nos dicen que la normalidad no existe. Se ha ido reduciendo el número de gente normal, a medida que ni psicólogos, ni filósofos, ni psicoanalistas, ni médicos, entre otros, no se han puesto de acuerdo en definirla de una manera “normal”.

Cuando en una sociedad nos ponemos a plantearnos qué es normal y que no lo es, acabamos siendo observados con lupa en nuestro comportamiento cotidiano para ver si se identifican en nuestro quehacer diario algunos elementos que pudieran ser susceptibles de merecer la etiqueta de “enfermos mentales”. Sin duda un abuso constante e inexorable que nos va sumergiendo en una sociedad sobre medicada donde los seres humanos solo somos un número al que se tiene que cosificar de manera permanente, anular de manera permanente y coartar su libertad de manera permanente. Somos carne de negocio, de puro negocio.   

Gabriel Carrión López
Gabriel Carrión López
Gabriel Carrión López: Jumilla, Murcia, 1962. Escritor, guionista y realizador. Ha trabajado como periodista de investigación desde 1985 en prensa, radio y televisión. Ha publicado dos libros sobre la banda terrorista ETA. Colabora con medios de prensa libre y es conferenciante sobre temas diversos.

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