Retrato en la fe – Jan Figel tiene el comportamiento de alguien que no tiene prisa ni fácilmente sacudido. Lleva consigo la tranquila seguridad de alguien que ha pasado décadas trabajando a través de intrincadas negociaciones, dando forma a los delicados marcos y, en silencio, pero con firmeza, defendiendo a aquellos cuyas voces han sido silenciadas. Como el enviado especial de la Unión Europea para la promoción de la libertad de religión o creencia, Figel se ha convertido en una pieza clave en el reino a menudo polémico y desafiante de los derechos religiosos internacionales. Su trabajo, marcado no por la retórica sino por la acción pragmática, es un testimonio del poder de la diplomacia sostenida y de principios frente a las mayores injusticias del mundo.
Nacido en Eslovaquia, Figel creció en una Europa en una encrucijada, donde las fuerzas de la historia, la religión y la política colisionaron y donde el anhelo de mayores libertades personales había surgido recientemente de las sombras del control soviético. Fue en este entorno que desarrolló un interés temprano en los derechos humanos, particularmente la libertad religiosa, una preocupación que guiaría su vida profesional. Habiendo estudiado en la Universidad de Bratislava y obteniendo un título en derecho, el camino de Figel hacia el trabajo político y diplomático se volvió casi inevitable, porque su sentido de justicia y su creencia en el derecho fundamental de cada individuo de seguir su conciencia eran centrales para quién era él.
A fines de la década de 1990, Eslovaquia estaba surgiendo de décadas de gobierno totalitario dominado por los soviéticos, y Jan Figel se involucró en el sistema político eslovaco en un momento en que el país estaba navegando por su recién ganada independencia. Su carrera política temprana fue moldeada por una determinación de ayudar a construir una sociedad donde la libertad de expresión y libertad de creencia eran derechos fundamentales, en lugar de privilegios o anomalías. La comprensión de Figel de la libertad religiosa siempre fue más amplia que los límites estrechos de la fe personal de uno; Para él, se trataba de la arquitectura misma de una sociedad libre, sobre la creación de un espacio público en el que todas las voces podían hablar sin temor a la persecución o la discriminación.
Figel de JanEl profundo compromiso con estos ideales lo llevó a la etapa europea en 2004, cuando Eslovaquia se unió a la Unión Europea. Su ascenso era rápido, y pronto fue nombrado Ministro de Transporte, Postes y Telecomunicaciones de Eslovaquia. Sin embargo, su devoción a los derechos humanos se mantuvo firme, incluso en un papel que requería que se centrara en la infraestructura. Cuando surgió la oportunidad de abogar por mayores libertades religiosas en la etapa de la UE, se encontró atraído una vez más a la conversación global sobre la libertad religiosa.
En 2016, después de servir como viceprimer ministro de Eslovaquia y como una figura clave en los círculos diplomáticos de la UE, Figel fue nombrado enviado especial de la Unión Europea para la promoción de la libertad de religión o creencia. En esta capacidad, ha servido como una voz de defensa y un mediador, navegando por delicadas aguas internacionales donde las libertades religiosas están amenazadas por regímenes autoritarios, ideologías radicales y una creciente intolerancia.
En el corazón del trabajo de Figel se encuentra un entendimiento de que la libertad religiosa está inextricablemente vinculada a la salud de la democracia misma. En los países donde los derechos religiosos están bajo ataque, no solo sufre la fe, es todo el tejido social. Sin la capacidad de creer libremente, sin el espacio para practicar y expresar la fe abiertamente, los individuos se ven privados de un aspecto central de su humanidad. Es esta convicción la que ha convertido a Figel en un incansable defensor de los derechos de las comunidades de fe minoritarias, particularmente en regiones donde esas comunidades son más vulnerables.
Su enfoque de la diplomacia es distinto. Mientras que otros pueden gritar o apelar a la emoción, el método de Figel es más parecido al trabajo del paciente de un mediador. Siempre ha sido alguien que busca un terreno común, buscando oportunidades para construir puentes en lugar de derribar muros. En los pasillos de las Naciones Unidas, en conferencias de defensores de la libertad religiosa, o en reuniones con diplomáticos extranjeros, la voz de Figel es tranquila pero firme, compuesta pero inquebrantable. No es un político que busca dominar la conversación, sino que entiende que los mejores resultados a menudo son los que se alcanzan en silencio, a través de una negociación reflexiva y un compromiso con los valores compartidos.
Uno de los logros más significativos de Jan Figel como enviado especial de la UE ha sido su defensa para las minorías religiosas perseguidas en el Medio Oriente. La región ha visto un aumento en la violencia contra los grupos religiosos, particularmente contra los cristianos, los yazidíes y otras sectas más pequeñas, como las ideologías extremistas han arraigado. Figel ha sido vocal al llamar estos temas a la atención de la comunidad internacional, instando a los líderes europeos a tomar una posición en apoyo de las minorías religiosas. Al hacerlo, ha demostrado ser no solo un defensor, sino un traductor del sufrimiento del mundo, llevándolo a los pasillos del poder, asegurando que los que a menudo se pasan por alto no se olviden.
Pero la influencia de Figel se extiende más allá del Medio Oriente. También ha trabajado incansablemente para promover la libertad religiosa dentro de la Unión Europea, asegurando que las leyes y políticas dentro de la UE respeten el derecho de las personas a practicar su fe sin temor a la discriminación. El surgimiento del populismo y el nacionalismo en Europa ha llevado a un clima creciente de sospecha e intolerancia, y las minorías religiosas se encuentran cada vez más marginadas. El trabajo de Figel en esta área ha sido fundamental para rechazar estas fuerzas, recordando a los líderes europeos que la libertad religiosa no es solo un concepto abstracto sino un pilar fundamental de los valores de la UE.
También ha desempeñado un papel fundamental en el establecimiento y el avance de los diálogos interreligiosos, reconociendo que la verdadera libertad religiosa no se trata solo de derechos legales, sino de fomentar un ambiente de respeto y comprensión mutuos. Figel ha sido un fuerte defensor de construir relaciones entre personas de diferentes religiones, creyendo que a través del diálogo y la cooperación, se puede encontrar un terreno común incluso entre las creencias más divergentes. En un mundo cada vez más dividido por líneas ideológicas y religiosas, el trabajo de Figel es un recordatorio de que la paz no surge de la ausencia de desacuerdo, sino de la voluntad de involucrar y buscar comprensión a pesar de ella.
A pesar de la gravedad de su trabajo, Figel sigue siendo una figura profundamente humilde. Su comportamiento está lejos del perfil típico de un diplomático o líder político. No hay sentido de grandiosidad en sus acciones; Más bien, parece más preocupado por los resultados de sus esfuerzos que por su visibilidad. Es conocido por su profunda escucha, su habilidad para escuchar lo que no se dijo y por su tranquila persistencia frente a la resistencia. Esta humildad, combinada con su compromiso inquebrantable con los derechos humanos, le ha valido el respeto y la admiración de los colegas, incluso aquellos que no están de acuerdo con él en otros temas.
Al describirse a sí mismo, Jan Figel comentó una vez: «Soy un hombre humilde y débil al servicio de mi Dios y mi prójimo». Esta declaración encapsula la esencia de su personaje, un hombre cuyo servicio a los demás no se debe a un deseo de reconocimiento o poder, sino de una creencia profunda e inquebrantable en la importancia de servir algo más grande que él. Es esta sensación de humildad la que ha dado forma a todo su enfoque de la libertad religiosa: no se ve a sí mismo como un héroe o un salvador, sino como un sirviente, trabajando en silencio para la justicia, sin fanfarria.
Para Figel, la libertad religiosa no es un ideal abstracto sino una cuestión de vida diaria. Es una causa a la que ha dedicado su vida, y una que persigue con el tipo de intensidad tranquila que a menudo se pasa por alto en un mundo que favorece el espectáculo sobre la sustancia. Su trabajo no se trata de buscar gloria o poder, sino de garantizar que las personas de todo el mundo puedan vivir sus vidas de acuerdo con sus convicciones más profundas, sin miedo, sin represión y sin violencia.
Hoy, Figel sigue dedicado a la creencia de que la libertad religiosa es esencial no solo para el florecimiento de las personas, sino para el futuro de la sociedad misma. Su trabajo continúa dando forma a los contornos de la política europea sobre la libertad religiosa, incluso mientras trabaja en silencio detrás de escena para apoyar a aquellos cuyos derechos están bajo amenaza.
Contactarse con Jan Figel es encontrar a alguien cuyos valores no dependen de los vientos políticos actuales, sino en una comprensión más profunda de las luchas duraderas del mundo. La suya es una diplomacia de principio, no postura; de convicción, no conveniencia. En un mundo lleno de ruido, la tranquila resolución de Figel es un poderoso recordatorio de que la búsqueda de la verdad, la justicia y la libertad religiosa es un camino que requiere paciencia, coraje y, sobre todo, la creencia inquebrantable de que estos valores pueden, y deben ser defendidos.
Al final, el trabajo de Jan Figel no se trata de lograr el éxito o el reconocimiento personal. Se trata de crear un mundo donde personas de todas las religiones, antecedentes y creencias pueden vivir en la libertad y la dignidad. Y en esta persecución tranquila, continúa construyendo, ladrillo por ladrillo, un mundo más justo y pacífico para las generaciones futuras.
Publicado originalmente en The European Times